Cuando juega Rafa Nadal, una de las cosas más llamativas es la soltura con la que lo hace.
Jugar un partido entero a su nivel requiere mucho esfuerzo.
Y él hace que parezca fácil.
Recuerdo una vez que jugué al tenis. En fin. Ridículo.
Cuando llegaba a la pelota, era para lanzarla contra la red. Eso si llegaba a la pelota, que normalmente no.
Quizá le pase a todo el mundo cuando está aprendiendo. Incluso a Rafa Nadal.
Y quizá también todo el mundo tenga momentos de frustración. La sensación de “me sale todo mal” y “esto no es para mí”.
No te voy a decir que no digas esas cosas. Es verdad que hay estudios que sugieren que esos comentarios son muy malos para la autoestima. Pero mira. Yo también los digo.
Sobre todo cuando estoy programando. Sí, estudio cosas nuevas de programación y datos con frecuencia. Y a menudo pienso “esto es más para estadísticos” o “esto es más para ingenieros”.
Pero luego me doy cuenta de que los estadísticos y los ingenieros han pasado por ahí también. Es más, si los ves trabajando, verás que siguen teniendo esa sensación incluso cuando llevan años en su puesto de trabajo.
Porque la frustración es inevitable.
Siempre hay una situación nueva para ti. Algún matiz al que no te has enfrentado. Y más de uno es desesperante.
La programación y la frustración van de la mano, pero también acompañan a simplificar las tareas en el largo plazo. Cuando programas, frustrarte hoy significa que no te frustrarás mañana. Ni pasado ni al otro.
Ante dos alternativas, elige siempre la que te dé más trabajo ahora, porque será la que te ahorre más trabajo después.
Después de la frustración, serás igual que Rafa Nadal: harás que parezca fácil.
Estoy preparando una formación con la que no vas a dejar de frustrarte mientras aprendes a tratar datos con código. Pero te acompañaré en el proceso y repartiremos la frustración entre los dos.
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