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El lado oscuro del cariño

Si has tenido mascota sabes que se le coge cariño. Más. Quieres a tu mascota más que a algunos miembros de tu familia.

Es alguien clave para ti. Haces mucho por ella. Todo lo que esté en tu mano.

Pero como todo ser vivo, muere. Y es un mal trago por el que pasamos todos los que tenemos o hemos tenido mascota.

Con las plantas ocurre, en menor medida, algo parecido. Cuando muere, el duelo (por llamarlo de alguna forma) es más leve. Y breve.

Pero ahí está. Se les coge cariño a las plantas. Las riegas, abonas su tierra. Eso: haces lo que esté en tu mano para que la planta esté bien.

¿Y las cosas?

¿Haces lo mismo con cosas?

Pues oye, no les das agua ni comida a las cosas que tienes en casa. Pero te encariñas con algunas, ¿verdad?

Ejemplo clásico, los libros. Su olor, su tacto… les tienes cariño a tus libros de papel. Bueno, tú quizá no, pero seguro que conoces a alguien que sí.

Al coche. Otro clásico. Mazo de gente le tiene cariño a su coche. Y cuando después de 30 años llevarlo al taller cuesta más que comprar uno nuevo, ahí ya aceptas la cruda realidad: lo tienes que llevar al cementerio.

Pobrecito coche.

¡Pero cómo es posible!

¡Nos encariñamos con las cosas! Son herramientas. No deberíamos tomarles cariño. Deberíamos usarlas y listo.

No pasa nada si una cosa se pierde o se rompe. Es reemplazable. Y no está viva: no va a sufrir.

Seguro que hay un sesgo cognitivo que explica estas cosas. Me suena que poner nombres a los objetos o que te los hayan regalado contribuyen a eso.

Que cojas cariño a algo hace que sientas pena ante situaciones inevitables como las que he dicho antes: que se rompan, se pierdan…

Pero hay algo mucho peor.

Y es que pierdes el juicio.

Pierdes la capacidad de razonar si lo tuyo es mejor o peor que lo de otro.

A ver. No digo que te cambies de coche cada año. Creo que no deberías coger cariño a tu coche, pero aguántalo un tiempo porque si no, te arruinas.

Lo que digo es que viene bien un poco de frialdad cuando evalúes si una herramienta alternativa a la tuya es mejor.

Tu herramienta, tu coche, tu teléfono móvil, tu ordenador, tu lenguaje de programación, lo que sea, no es mejor porque sea tuyo. “Ser tuyo” no es una cualidad que haga mejores a las cosas.

Si tienes mucho cariño a una herramienta informática, como un lenguaje de programación, un aviso: la informática vuela. En muy poco tiempo, todo ha evolucionado tanto que seguro que hay una herramienta nueva que te viene mejor.

Desvincúlate emocionalmente de tus herramientas. Y haz el esfuerzo de usar aquello a lo que no estás acostumbrado.

No vaya a ser que, al cabo de un tiempo, debas prescindir de lo que te ha acompañado siempre, porque ya ha caducado. Y lo más duro no sea el trasiego de cambiar tu herramienta, sino la pena que te dé renunciar a ella.

Si trabajas con datos y usas siempre la misma herramienta, te recomiendo que te busques alguna alternativa. Por si acaso.

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Una cosa más. Esto aplica a infinitos cambios. No solo a la programación. Te puedo ayudar la programación, pero con los demás temas no. Si quieres ayuda con programación y datos, ya sabes, me respondes y hablamos.




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