Cuando haces caca te sientes más a gusto.
Eso mola.
Estás de mejor humor, más relax. Y si estás en el curro, serás más productivo después.
Vamos, que alivia un montón…
Pero es algo que no dices.
No sales del baño de la oficina y vas diciendo “¡He hecho caca! ¡Qué bien me siento!”.
Bueno, igual lo dices.
Si es así, no hagas caso a este correo.
Continúo para ti, que no dices esas cosas.
Aunque algo te siente bien, no signfica que quieras compartirlo. En el caso del trabajo, ni siquiera aunque luego trabajes mejor lo vas a decir. Simplemente vas a trabajar mejor.
Si programas, deberías actuar igual que si haces caca.
Estarás más a gusto con tu trabajo que si lo hubieras hecho copiando y pegando datos en Excel. Pero no lo digas.
Porque la gente pasa de lo que hagas.
Lo de la caca es algo íntimo. Lo de la programación es algo que no se entiende.
En cualquiera de los dos casos, es cosa tuya.
Lo útil de la programación es que consigues un resultado antes de lo esperado. O que una tarea la puedas repetir mil veces sin que te suponga tanto esfuerzo como si lo hicieras manual.
Es decir, haces más ágilmente un procesado de datos que te toca hacer.
Pero no dices que como has hecho caca lo has programado lo has hecho más eficientemente.
Porque a nadie le importa.
Tienes muchas formas de aprender a programar. Hay cursos que cuestan muchos euros en los que te dan un título que dice que ya sabes. Hay otros que consisten en matarte los viernes por la tarde y sábados con clases y entregas.
Otra forma es meterlo en tu rutina, muy poco a poco, sin que los demás se den cuenta.
Si quieres que aprender a programar encaje en tu día a día, estoy trabajando en una idea. En unos días te cuento detalles.
P.D. A ver, no me malinterpretes. Hay cursos caros o baratos, con mucha carga de trabajo o con poca, en los que se aprende mucho. De verdad. Pero puede no encajarte. ¿Si te encajara, aprenderías? Sí, pero no te encaja. Pues hay que buscar alternativas. En unos días, te propongo una cosa.